Me hice bruja para matar a mi esposo.

Esta es la historia de una mujer que durante 42 años estuvo metida en la brujería, con su corazón lleno de odio hacia su esposo. Sirvió a Satanás ejercitando un gran poder demoníaco, era capaz de matar un perro con solo mirarlo.

Prediqué en un culto sobre la raíz de amargura y muchas personas fueron sanadas interiormente por el poder del Espíritu Santo y su palabra. Otros recibieron a Jesús como su Señor y fueron salvados de la condenación eterna.

Pasados unos días, me visitó en la oficina una mujer que pasaba los 60 años. Quería hablar conmigo. Tenía un aspecto tosco y un rostro que denotaba un mal carácter.  Preguntó si yo era el pastor Henry y al recibir confirmación me dijo lo siguiente:

Yo lo escuché predicar sobre la amargura. Quiero que sepa que soy una bruja mayor.

– ¿Qué la motivo a entrar en ese mundo? Le pregunté.

– Cuando tenía un año de casada con mi esposo, mi madre nos visitó. En determinado momento mi esposo me humilló delante de ella por una comida que yo serví en la mesa. Mi madre no dijo nada, pero yo sentí una vergüenza tan grande que lloré toda la noche.

Jamás esperé que mi esposo me dijera esas palabras delante de mi mamá. Me enojé tanto que juré vengarme de él. Estaba tan furiosa que decidí matarlo. Como yo no quería ir presa; comencé a pensar la manera de hacerlo. Darle veneno, asfixiarlo con una almohada, empujarlo en el pozo y cosas así. Yo tenía una amiga que visitaba brujos y le pedí consejo.

En lugar de buscar que los brujos trabajaran a mi marido, ese mundo me impactó tanto, que decidí convertirme en una bruja. Quería tener tanto poder para matar a mi esposo y vengarme de su agresión.

– Pero ¿Qué fue lo que él en realidad dijo?

– Él solo dijo que yo no había cocinado bien y que le faltaba sal a la comida.

– ¡Por favor! ¿Solo por eso?

– Cada día quería más poder, hacía todos los ritos necesarios, llegué a hacer pacto con Satanás. Con solo mirar a un perro, el animal se ponía inquieto, vomitaba sangre y moría. De hecho, las personas no pueden verme a los ojos porque les duele la cabeza. Yo no entiendo por qué usted esta tan tranquilo viéndome a los ojos sin inmutarse.

– Yo tengo a Cristo, pensé.

– Pasado el tiempo profundicé más y más en la brujería. Comencé a hacerle trabajos a otras personas. Trabajos buenos y malos, usted sabe. Me he ganado la vida así. Hasta he atacado a pastores para destruirles sus ministerios. He vivido furiosa, llena de odio y rencor. No tengo sosiego y me siento como muerta por dentro, fría y vacía.

– Permítame hacerle una pregunta: ¿a los cuántos meses o años mató a su esposo? ¿De qué forma murió él? Yo me imagina una cáncer o un accidente.

– Es que eso es lo más triste para mí. Él sigue vivo. ¡No lo he matado!

– Déjeme entender. Usted se metió a la brujería para matar a su esposo pero no lo ha matado. La verdad, no comprendo nada.

– Déjeme explicarle. A pesar de mi amargura hacia él, del gran odio que le tengo, debo aceptar que en el fondo lo amo. Es un buen hombre, no le gusta lo que yo hago. Cuando me descubrió quería el divorcio pero no lo hizo porque me ama. Es un buen padre.

– Yo pienso que usted se dejó llevar por la ira y acumuló tanta amargura, que terminó enredada con el mismísimo Satanás. Pero debe saber que el enemigo la esta destruyendo y la matará, provocando que su alma se pierda en el infierno.

– Yo creo que es demasiado tarde para mí, la verdad no sé ni por qué vine a hablar con usted.

– Yo sí sé por qué esta aquí. Jesús desea salvar su alma. Hay una cura para su mal: PERDONAR a su esposo por eso que ocurrió hace tantos años, RENUNCIAR a la brujería y RECIBIR a Jesucristo como su Señor.

– Yo creo que no tengo perdón de Dios, estoy pactada.

– Déjeme decirle que la sangre de Jesucristo es tan poderosa que puede perdonar todos los pecados que hayamos cometido, de hecho, Jesús tiene el poder de quebrantar todo pacto satánico, él anuló el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraría, quitándola de en medio y clavándola en la cruz. (Col. 2.14)

Mujer, sea libre de una vez y para siempre de esas cadenas y sirva al Señor Jesucristo. Sea salva de la condenación eterna. En lugar de odio y amargura tendrá la paz de Dios y el gozo del Espíritu Santo. Aquella mujer comenzó a llorar, le pedía perdón a Dios. Finalmente la guié a los pies de Jesús. Ore por ella para que fuera libre, no solo de la amargura sino también de los demonios.

Cuando salió de mi oficina, con sus ojos llorosos, su rostro lleno de paz y una pequeña sonrisa me dijo:

– Le agradezco por mostrarme el camino de la salvación.

Estimados amigos, la amargura y falta de perdón pueden llevarlos a cometer todo tipo de actos terribles. Atarlos a Satanás y vivir una vida de tristeza e infelicidad. La buena noticia es que Jesucristo esta dispuesto a perdonarnos, liberarnos y sanar nuestro corazón. ¿Quisieras entregarte a Jesús ahora mismo? Escríbeme.

Pastor Henry Cerna.

Publicado por Henry Cerna

Siervo de Jesucristo. Ganador de almas. Esposo. Padre de una bella hija. Recorro el mundo predicando el evangelio.

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