Prefiero morirme antes que ir a tu iglesia. Y murió.

Su esposa le rogaba que fueran juntos a la iglesia, que cambiaran de vida e hicieran las cosas bien. Pero la respuesta de este hombre fue tan dura como su muerte.

Karla (nombre ficticio) es una profesional muy exitosa. Una mujer delgada, de tez trigueña y de buen corazón. Casada con otro profesional. Viene de un pasado un poco agitado. Consumo de sustancias prohibidas, discotecas, es decir, vidas licenciosas.

Por medio de una amiga escuchó de nuestro ministerio y al escuchar las predicaciones quedó cautivada por el Señor. Decidida a cambiar de vida, se entregó a Jesucristo. Su cambio fue notorio y radical. Cambió su forma de vestir, desechó la música que escuchaba, dejó de frecuentar aquellos lugares que no eran adecuados. Incluso algunos amigos ya no quisieron seguir con ella debido a su cambio.

Ella disfrutaba de una paz en su corazón que jamás había experimentado. Dios la comenzó a bendecir en su profesión, se le abrieron puertas, se congregaba fielmente y apoyaba el ministerio con ofrendas generosas. Solo quedaban dos cosas que deseaba: una de ellas era tener un bebé, cosa que en el pasado no pudo. Y la segunda, que su esposo se convirtiera al Señor.

Al cabo de un tiempo me dijo que siempre que hablaba con su esposo, éste se ponía violento. Que la trataba mal. No le impedía ser cristiana pero que él había cambiado para mal. Habló conmigo y me pidió que la ayudará en oración para que Dios le concediera la dicha de ser madre y que su esposo cambiará.

Después de dos años de estar orando y ayunando por estas cosas, sucedió el milagro y ella quedó embarazada. Se veía muy feliz, al fin podría cumplir el sueño de ser madre. De hecho, pensó que con la llegada del bebé su esposo iba a tener un cambio de actitud pero no fue así. El bebé nació y ella estaba llena de felicidad. ¡Dios es fiel!

Un día habló con su esposo y le dijo cuántas cosas Dios había hecho con ella y su hogar. Como el Señor les había dado una mejor posición. Que había encontrado la felicidad que siempre había buscado. Ahora tenían hasta un hermoso bebé. – Vamos a la iglesia amor, sirvamos al Señor. Dejemos todo atrás y comencemos de nuevo. Hemos estado orando por ti y sé que Dios puede ayudarte.

En ese momento su esposo se alteró, muy furioso le confesó que en esos dos años le había sido infiel con muchas mujeres, incluso amigas de ella. Le expresó que no la quería y que se podía quedar con su Dios y con su iglesia. Trató de golpearla y le dijo estas palabras: PREFIERO MORIRME, ANTES QUE IR A TU IGLESIA.

Ella se asustó mucho. Temía por su bebé. Estaba dolida por las palabras de su esposo. Solo quería que él fuera feliz, que encontrara paz y salvación por medio de Jesús. Ella lo amaba demasiado. A partir de ese día la ultrajaba y no le permitía ir a la iglesia. Ella me contó todas estas cosas y yo se las referí al Señor.

Al cabo de unos días me llamó por teléfono. Estaba llorando y me dijo que algo terrible había sucedido: ¡Mi esposo está muerto! Después de darme la noticia se soltó en llanto. Me quedé muy pensativo, por unos instantes no supe que decir.

Resulta que él tenía una motocicleta. Le gustaba hacer piruetas con ella. De hecho, era un experto motociclista. Venía por la carretera y en una recta (sin obstáculo alguno) se desbalanceó. Cayó de ella y se impactó contra el cordón de la cuneta. El golpe en su cabeza fue fatal. Murió en el acto. Tenía menos de cuarenta años.

En el sepelio, al verlo en el ataúd; yo recordé las palabras que dijo a su esposa: PREFIERO MORIRME, ANTES QUE IR A TU IGLESIA…

Mis amigos, la historia de Karla y su esposo nos ilustra la obstinación humana y sus consecuencias, cuando rechazamos el gran amor de Dios. La persona que voluntariamente rechaza a Jesucristo ya no tiene más opción que la muerte y la condenación eterna.

Ni los títulos, ni el placer sexual desenfrenado, ni las discotecas o el dinero, sirven ante la realidad de la eternidad sin Cristo y la subsecuente condenación en las llamas eternas. Gracias al Señor Karla y su bebé siguieron perseverando.

¿Quieres tú entregar tu vida al Señor y recibir la paz y la salvación de tu alma? Escríbeme.

Pastor Henry Cerna.

Publicado por Henry Cerna

Siervo de Jesucristo. Ganador de almas. Esposo. Padre de una bella hija. Recorro el mundo predicando el evangelio.

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