Dicen que cuando uno esta a punto de morir, ve todas las cosas con claridad y es cierto. Cuando se nos llega ese momento, en verdad valoramos la vida. No sé por qué, pero en cuestión de segundos se nos pasa frente a nuestros ojos todos nuestros hechos, buenos y malos. Y es allí donde nos acordamos de Dios.

Don Narciso (nombre ficticio) es un empresario laborioso. Le va bien en su negocio y saca adelante su familia de forma honrada. Tiene varios empleados y un día se entregó a Cristo junto a sus seres amados. Se bautizaron, pero jamás quisieron servir en la iglesia porque estaban muy ocupados.
Pasado el tiempo el hermano Narciso prestó su casa para una reunión familiar y fue prosperado. Dios lo estaba bendiciendo mucho más, su negocio creció y su personal se duplicó. Las cosas marchaban bien pero, yo no sé por qué los seres humanos somos así, Que cuando todo esta va bien, lo tenemos que arruinar.
Narciso comenzó a criticar a la iglesia, decía que no le parecían mucho las decisiones pastorales en algunos asuntos, en esa fecha hubo cambio de horario y dijo que eso era innecesario. Criticaba a los hermanos de la célula y se le miraba incómodo en las reuniones. Su conducta había cambiado mucho.
Ignoro también por qué razón, cuando los creyentes andan mal con Dios en sus vidas personales; tienden a atacar a la iglesia, al pastor y a todo hermano que se cruce por su camino. Creo que es más fácil eso, que aceptar que andan caídos y ser restaurados.
El tiempo pasó y Narciso cada vez se iba alejando más de la congregación, dejó de colaborar en la obra misionera y siempre decía que estaba ocupado en el negocio. Que de todos modos el pastor no lo iba a mantener sino que tenía que trabajar para sacar a su familia adelante.
Un día uno de sus motoristas no llegó y tuvo que ir él a dejar un producto a una zona costera. Para colmo se le olvidó el celular por la gran prisa que llevaba. Iba renegando por todo el camino y hasta puso unas rancheras de Vicente Fernández. Típico síntoma de alguien que anda mal con Dios. Poner música secular.

Cuando ya estaba cerca del lugar notó que había unas piedras en la carretera, al detenerse, salieron unos hombres armados quienes lo encañonaron. Sintió un escalofrío en todo su cuerpo, sus manos y pies helados; se quedó paralizado en el asiento de su coche. Eran varios hombres rodeando su vehículo y no podía escapar.
Mira tal por cual, le dijo uno de los asaltantes, tenes suerte porque ya nos vamos. No te voy a quitar la mercadería ni el dinero. Solo pasate el celular porque necesito hacer una llamada.
— Con voz entrecortada le respondió Narciso.
— Fijate que la mala suerte es se me quedó el celular en el trabajo por la carrera que traía. — O sea que todavía yo de buena gente no te robo todo y solo te pido el celular y vos ¿me queres ver la cara de idiota? Esto si te costó la vida. Los sesos te voy a volar.
Dicho eso, apunto con el fusil hacia la frente de Narciso. Al halar el gatillo el arma se encasquilló. Dice Narciso que sintió el frio de la muerte. Vio pasar toda su vida en un instante, se acordó de su familia, de su pastor, de todo lo que había hecho y sobre todo de que andaba mal con el Señor. Sabía que iba para el infierno.

Mira que tenes suerte le dijo el asaltante. Pero de esta no te libras. Sacó una pistola 9mm la cargó y apuntó a la cabeza del hermano. Haló el gatillo y no disparó, aunque percutó la bala. Vos quizá sos brujo le dijo aquel hombre. La tercera vez que intentó dispararle tampoco salió bala alguna de aquella pistola. — La mano misericordiosa de Dios estaba allí guardando a aquel hermano caído.
Lo golpeó con la pistola en la cabeza y le dijo: — ahora no te toca quizás. Ándate pero rápido, porque si no le diré a mis hombres que te hagan colador a balazos.
— No lo dejes ir, matalo mejor, le decían los otros.
— Por favor te ruego que me dejes ir decía Narciso. Ya me voy y no diré nada a nadie.
— Le quitaron su identificación y lo dejaron ir.
Se vino directo para mi oficina. Tocó la puerta fuertemente. Cuando abrí, aquel hombre robusto, de carácter fuerte, me abrazó y no me soltaba mientras lloraba como un niño. Cayendo de rodillas lloraba y lloraba. Pastor perdóneme, le pido que me perdone. Por favor ore por mí para que el Señor me perdone y me salve. Dios me acaba de salvar de la muerte. Estoy vivo de milagro.
Estimados amigos y hermanos. Aprendí muchas cosas de esa experiencia. Pase lo que pase no debemos alejarnos de Dios, porque nadie sabe el día y la hora cuando la muerte nos visitará. Meterse a problemas con la iglesia o los siervos de Dios es meterse a pleito con Dios. Necesitamos formar parte de ese cuerpo santo llamado iglesia y nos urge que el pastor ore por nosotros todo el tiempo.
Andar mal con Dios representa condenación eterna. Si aquel día Narciso hubiera muerto, su alma estaría en el infierno. Gracias a Dios que le dieron otra oportunidad. Pero pienso en todos aquellos que no tuvieron otra oportunidad y ahora están lamentándose eternamente.
Vuélvete al Señor Jesucristo y él perdonará tus pecados. Escríbeme.
Pastor Henry Cerna.
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