Este es el caso de Polo y Quique. Dos amigos que se criaron juntos; eran del mismo barrio y se conocían desde niños. Compartían casi todo y siempre andaban juntos; hasta que un día la tragedia surgió y uno de ellos perdió la vida; mientras el otro se convirtió en homicida.

Polo y Quique iban a la misma escuela, jugaban en la misma calle, compartían camisas y siempre se defendían el uno al otro. Polo venía de una familia humilde con muchas necesidades materiales. Su madre era enfermera retirada, su padre un sobador. Carecían de grandes comodidades, mientras que Quique tenía grandes facilidades, vehículo, buena ropa, dinero, etc. Ya que su padre era empresario y su madre se dedicaba al espiritismo.
Cuando llegaron a la adolescencia continuaron con esa gran amistad. Polo estaba estudiando en la universidad con mucho esfuerzo, no tenía vicios y le gustaba el fútbol. Era aplicado y de buen carácter. Quique aprendió a tomar licor, le gustaba la droga y las mujeres. Cada semana se le veía con una diferente. Tampoco era muy bueno para el estudio.

Un día, ambos salieron como solían hacerlo. Se fueron para un río a compartir. Quique tenía una pistola calibre .22 que su padre le había obsequiado. Ese día se dispusieron a dispararle a unas palomas. Cuando se habían acabado las balas se quedaron a orillas del río contando chistes y comentando de la vida.
Polo había “percutado” la pistola varias veces y por último le apuntaba a Quique y le decía en broma que le iba a dar un tiro. Quique por su parte se hacía el muerto. Ambos se reían mucho. El licor le daba más jocosidad a Quique. Hasta que en un abrir y cerrar de ojos ocurrió lo impensable.
Una bala salió de la pistola que estaba en la mano de Polo. Dio en el pecho de Quique. ¿Pero cómo era esto posible? Si ya no tenía balas y la había “percutado” varias veces. Lo cierto es que Quique incrédulo y con sus ojos bien abiertos comenzó a caer hacia atrás. El pánico se apoderó de ambos.
Polo comenzó a gritar a su amigo. Los gritos llegaron a unos vecinos quienes pidieron una ambulancia. No había una sola gota de sangre saliendo del cuerpo de Quique, solo en diminuto orificio de entrada. Las lágrimas salían de los ojos de Polo mientras le pedía perdón a su amigo de toda la vida. Quien le respondía que lo perdonaba pero que no lo dejara morir.

La ambulancia llegó a aquel lugar. Quique fue llevado de inmediato a un hospital. Iba cansado, pálido, con lágrimas, llamando a su mamá. A 10 minutos del hospital aquel hombre falleció. Todo intento de reanimarlo fue en vano. La bala lo había ahogado.
La noticia se regó como pólvora por todo el vecindario. Nadie podía creer que aquel joven risueño, enamoradizo y bien parecido ahora estuviera muerto. Asesinado involuntariamente por su amigo del alma.
Polo se fue corriendo a la casa del papá de Quique. Se arrodilló delante de él y le dijo: usted sabe que Quique era mi hermano, mi mejor amigo y el compañero de toda mi vida. Le pido perdón por este accidente. Yo maté a Quique, yo lo maté sin querer hacerlo.
Le quiero pedir don Rodrigo que me conceda el privilegio de matarme. Tome su pistola y deme un solo tiro en la frente. Yo quiero irme con mi amigo, no se detenga. Máteme y vengue la sangre de su hijo. Don Rodrigo sacó su arma, la apuntó a la frente de Polo, después de unos instantes le dijo: hoy he perdido a uno de mis hijos, no puedo matar a otro.
Te pido que te vayas lejos, vete donde jamás te vuelva a ver. Me arrancaste un pedazo de mi alma y no sea que más adelante piense diferente. Huye a otro país y no vuelvas jamás.
Hasta este día nadie sabe para donde se fue Polo, su madre solo supo que está vivo por medio de una llamada de su hijo, pero no sabe dónde. Dos familias fueron afectadas por aquel fatal desenlace.
Estimados amigos y hermanos. Hay cosas en la vida que no tienen sentido ni lógica. Dos grandes amigos fueron separados por la muerte. Algunos piensan que a Quique ya le “tocaba”. Otros se preguntan por qué suceden cosas así. La verdad es que hay cosas que nos asaltan en el momento menos esperado. De un instante a otro estamos, y luego ya hemos partido de este mundo.
Ahora vemos a nuestros seres amados, mañana no sabemos. Lo importante es estar preparados para marcharnos a la eternidad. Todos sabemos que vamos a morir; es por esa razón que en vida debemos asegurar el destino de nuestra alma por medio de Jesucristo.
¿Está usted preparado para la eternidad? ¿Está a cuentas con Dios? Si no lo está, escríbame para ayudarle a encontrar a Jesús.
Pastor Henry Cerna.
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