Milagros fingidos.

En la actualidad, el evangelio está siendo vituperado por ministros que practican “grandes” milagros, que a la larga resultaron ser falsos. Tal es el caso de un pastor en Sudamérica que dijo que iba a resucitar al tercer día y obviamente esto no sucedió.

Como cristianos somos llamados a no dejarnos engañar por tales usurpadores del santo ministerio del Señor. También los ministros, aquellos que hemos recibido la gracia de dirigir al rebaño, necesitamos un compromiso de integridad en este y otros grandes aspectos ministeriales.

Quiero contarles algo que sucedió hace algunos años en una de nuestras cruzadas; y que esto sirva de advertencia para los fingidores de milagros y aquellos que tratan de “ayudar” al Señor, a que su Nombre sea glorificado.

Como ustedes sabrán, nuestro ministerio ha sido respaldado con sanidades y milagros desde el principio. Desde el inicio, hemos tenido el compromiso de que esto pueda ser verificado por la ciencia; y donde la ciencia no ha estado disponible, procuramos escuchar el testimonio de personas que conocen a los beneficiados.

Una noche, mientras ministraba en una cruzada, las personas pasaban a testificar. Entre ellos, había un hombre que se levantó de su silla de ruedas frente a los asistentes. Hubo un gran alboroto y las personas levantaron las manos pensando que era un gran milagro. No sería el primero, ni habría sido el último que yo he visto a lo largo de 27 años de servir a Jesús.

El hombre testificó, pero me pareció que sus palabras no concordaban. Por lo cual decidí no darle mucho protagonismo a pesar de su insistencia. Yo sentí que algo no cuadraba en su versión. Cuando bajó de la tarima, nosotros seguimos cantando, pero lo seguí con la mirada.

Vi que un hombre a quien yo conocía le dio algo. Era dinero. Pensé que era una donación normal para alguien necesitado. Lo extraño es que el hombre de silla de ruedas se marchó en ella. Eso no fue lo que sucedió en otras cruzadas donde los sanados se iban caminando.

Esa noche di gracias al Señor por todo, pero le dije que me parecía extraño lo del hombre de la silla de ruedas, pero igual le di gracias.

A los días, me di cuenta por medio de uno de nuestros colaboradores de algo que hasta ahora me indigna. Este hombre de la silla de ruedas se había puesto de acuerdo con un hermano, para que, a cambio de dinero, fingiera el milagro.  Este varón quería “ayudar” a mi ministerio, según él, a que ocurrieran más milagros. Como una “ayudadita” para mí, porque le gustaba mi ministerio y consideraba que debía “colaborar” en el reino.

Cuando lo vi, lo reprendí con todas mis fuerzas y le dije que Dios no necesita “ayudas” de este tipo. Que Dios detesta cuando fingimos y que su poder es demasiado grande como para que se hiciera este tipo de fraude.

Esa noche lloré ante Dios y le dije que mi corazón estaba limpio porque yo no había participado de semejante acción tan detestable. El Señor me dio paz. Oré por el hermano que había hecho esto y que Dios tuviera misericordia de él.

Pasados tres meses recibí una terrible noticia. Este varón, a quien yo había reprendido, fue encontrado en su casa ahorcado. Dejaba una nota suicida. Su esposa lo había dejado para irse con otro. Al no soportar su situación tomó la fatal decisión. Al igual que Judas se colgó.

Jamás olvidaré este suceso. ¿Cómo una persona puede terminar así con su vida? Pero recordé el caso de Uza según 2 Samuel 6.7 “Y el furor de Jehová se encendió contra Uza, y lo hirió allí Dios por aquella temeridad, y cayo allí muerto junto al arca de Dios”.

Dios mató a Uza porque trató de “ayudar” al arca de Dios. ¡Como si Dios necesitase ayuda de seres mortales como nosotros! ¿Se imaginan si Dios no hubiera hecho algo? Los predicadores diríamos que así como Uza ayudó al arca, así también nosotros podemos echarle una “ayudadita” a Dios de vez en cuando.

Pero la verdad es que Dios no comparte su gloria con nadie. No necesita tretas de nosotros para que su nombre sea glorificado. Cuando el quiere sanar, hacer milagros o salvar, sencillamente lo hace y punto.

Por eso estimados ministros del Señor, procuremos ser genuinos en nuestro ministerio. Lo que es, es. Y lo que no, no. No inventemos milagros donde no los hay.

Cuidémonos de nuestra ambición de fama y dinero, ya que deseando estas cosas muchos han perecido y aun terminado en el infierno. Dios nos ayude.

Pueblo del Señor, hoy más que nunca necesitamos discernimiento del Espíritu Santo en nuestra vida. Estudiar mucho las Sagradas Escrituras para no ser engañados. Dios sigue sanando, liberando y haciendo milagros. Pero lo más importante es que todo eso glorifique a Dios, produzca salvación y un verdadero cambio en nuestra vida.

Estemos firmes que pronto viene nuestro Señor por su pueblo. Maranata.

Pastor Henry Cerna.

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Publicado por Henry Cerna

Siervo de Jesucristo. Ganador de almas. Esposo. Padre de una bella hija. Recorro el mundo predicando el evangelio.

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